EL CALAVERÓN 

Carlos Sánchez Nina

De la generación dispersa de artistas visuales en Arequipa los últimos quince años, el "Calaverón" ilumina con su pirotecnia el espacio público de la ciudad, en el cual ha estado inmerso creando una singular poética que adhiere a un territorio poco utilizado y explorado por las generaciones sucedidas. Apartado del reducido ámbito artístico que opera en el centro de la ciudad, vincula su obra a las gráficas y prácticas populares que han emergido en el Perú de procesos sociales y desbordantes.  

"Pirotecnia El Calaverón" es el taller clandestino de grafica popular creado por Carlos Sánchez Nina, alusión de sí mismo y de su espacio de creación. El nombre proviene de un potente fuego artificial de material rustico y austero, elaborado en talleres de pirotecnia clandestina, referencia presente en lo artesanal e imperfecto de su obra, de pujante ingenuidad.

Su explosivo estrella son los "Stickers Cobra", consecuencia del deseo y necesidad de dar usos alternativos a la poesía. Inspirados en un híbrido volante religioso que contiene rezo, u oración, rodeado de símbolos mágico-religiosos. Palabra e imagen son sus elementos principales, poesía y política sus coordenadas de acción.

El nombre proviene de la imagen de una cobra boquiabierta, calcomanía popular común en una familia de conductores de camión, como la suya, el la que padre, tíos y primos adhieren en sus máquinas rodantes, además de las cobras, imágenes de coloridos tigres boquiabiertos, santos u oraciones a los que se ruega protección en las carretera. 

Carlos hace lo mismo, rodea su obra de una serie de símbolos de protección y poder, lleva consigo la imagen de "Sarita Colonia" para solicitar su amparo constante, el suyo es un accionar de una profunda espiritualidad popular y sincrética presente en todos los procesos de realización de su obra, la cual podemos concebir como su vehículo personal, en estos términos no es casual que una de sus primeras obras, anterior a los stickers, sean los "Carros Calaveritas", donde podemos observar la herencia cultural de su familia, su devoción popular y la vez su desición de dejar el volante y rodar de otra manera por las calles, sosteniendo una poética, de palabras sencillas, de encuentro entre lo íntimo y lo público, lo individual autobiográfico y lo colectivo popular, lo mágico religioso y lo cotidiano, lo material y lo inmaterial. En cuanto a lo político, los años 80 y 90 peruanos, de profundas contradicciones, conflictos armados y violaciones contra los derechos humanos, influyen fuertemente en el contenido de la obra del Calaverón, la memoria histórica de estos años se filtra a través de su sensibilidad y persiste en su poesía en la materialidad e inmaterialidad de ésta.  

Los Stickers Cobra invaden el espacio público y coexisten en este escenario con el gigantesco aparato publicitario que promueve el consumismo capitalista y la gratuita e indeseable propaganda política, un discurso poético individual que se inserta en un espacio que, como alguien más dijo, en el peor de los casos es propiedad de unos pocos o en el mejor, tierra de nadie.

Como artefactos pirotécnicos, aparecen y desaparecen en el espacio público. Son obras que se transforman, según las condiciones del espacio-tiempo y que al ser instaladas son entregadas al público. Cualquier transeúnte de la urbe puede no solo percibirlas, sino intervenirlas, apropiarse de ellas o destruirlas. Son obras en constante transformación y que tarde o temprano desaparecerán. De esta forma los Stickers Cobra pasan de ser resultado de un proceso creativo y expresivo individual a serlo de un proceso colectivo. su obra busca y consigue generar procesos creativos, experiencias y diálogo con personas de un público anónimo.  

Por esta condición fugaz, el Calaverón ha decidido realizar una labor de registro de la concepción, instalación y desaparición de su obra. Que existe para los demás desde que entra al espacio público hasta que desaparece. Este registro puede interpretarse como la negación ante la inminente desaparición o como acciones de memoria a través de documentos visuales de la existencia de un discurso poético y a su vez de su desaparición.  

Uno de estos documentos visuales es el croquis, austero y sencillo, donde unas cuantas líneas dibujadas sobre papel indican la ubicación donde el sticker fue instalado y donde posiblemente desaparecerá. Los croquis del Calaverón se inspiran directamente en el croquis dibujado por Guillermo Catacora y Justo Arizapana, éste último, un reciclador que permitió con este testimonio visual ubicar el lugar clandestino donde fueron enterrados los restos de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta. Secuestrados, asesinados y desaparecidos en el gobierno del ex presidente Alberto Fujimori, actualmente en la cárcel acusado por este y otros delitos en contra de los derechos humanos. Por esta vinculación consciente, estos croquis son de fuerte contenido político. Unas cuantas líneas expresan procesos de aparición, desaparición, ubicación, memoria, violencia y degradación. Conceptos fuertemente vinculados a la violencia, desaparición y muerte ejercida sobre cuerpos humanos, víctimas contadas por miles en el conflicto armado interno que sufrió el Perú y cuyas secuelas aún persisten. 

Este registro además enfatiza en lo inmaterial de la obra, en lo perecible y fugaz de la materia, en la transformación. Los croquis son un acto desesperado de querer asir la explosión con unas líneas, de registrar un proceso fugaz, y es que los stickers Cobra son pirotecnia, una obra de procesos y experiencias, una obra viviente.

Este componente explosivo, bélico, violento, emerge también en otras de sus obras como "Los aviones patria" o "Memoria de un desvelado", en las cuales el imaginario de Carlos Sánchez Nina se despliega irrefrenable.